Comunicado de Virginia Hernández sobre su dimisión como diputada provincial

Hace dos años, un mes y 16 días, tomé posesión como diputada provincial para ponerme al servicio de los vecinos y vecinas de esta provincia con ilusión, energía, ganas de trabajar y mucha vocación por el medio rural. Para ser representante de las personas que habitan nuestros pueblos y trasladar la voz de sus decisiones, demandas y propuestas participadas. Decía entonces: “será en el día a día de las personas en nuestros pueblos donde se izará la bandera que guíe nuestro proceder en esta institución”.

Creía entonces y creo ahora que es fundamental que las políticas que desde la Diputación se aplican dejen de urbanizar el campo, porque lo que necesitamos es ruralizar la vida en la ciudad. Creía y creo que es fundamental que el dinero que se gestiona desde la Diputación llegue directamente a las personas que habitan nuestros pueblos. Creo que es nuestra obligación garantizar sus derechos, pero también garantizar que los criterios con los que se reparten las ayudas trascienden las meras cifras de población y atienden a otros parámetros como la ubicación geográfica, los recursos disponibles, la distancia a los centros de servicios o la especial situación de vulnerabilidad. Y por supuesto, sigo plenamente convencida, seguramente aún más, de que la Diputación de Valladolid no puede seguir ejerciendo de tutora de nuestros Ayuntamientos. Y en esto hemos estado trabajando concienzudamente este tiempo.

Hace dos años, un mes y 16 días tomé posesión como diputada provincial porque más de 25.000 personas confiaron su voto a Toma la Palabra para representar los intereses del común en las instituciones, y aquel día decía: “Os aseguro que voy a poner todo mi empeño en hacerlo lo mejor posible, siguiendo el camino que me marcaron los compañeros y compañeras que me precedieron en la lucha por el medio rural vivo desde la izquierda, la única opción posible para salvar nuestros pueblos”. Dos años, un mes y 16 días después, puedo decir que creo que no fallé, y si lo hice no fue por falta de trabajo o voluntad.

Hoy, 13 de agosto de 2021, no dispongo de esa energía, pero por suerte sigo siendo la misma Virginia pasional que se entrega con todo su ser a las causas en las que cree y se aparta cuando tiene la certeza que no va a poder cumplir con el compromiso que adquirió. Es por eso que hoy, con un dolor inmenso, me veo obligada a decir adiós anticipadamente a mi cargo como diputada provincial de Toma la Palabra.

En estos años en la institución provincial me he cruzado con personas que, como yo, estaban cargadas de ilusiones y ganas de trabajar, y otras, probablemente acomodadas, con la mirada perdida, que aguantaban el tirón, o eso parecía, como si estuvieran obligadas a resistir, contra su voluntad: ejerciendo una labor que es absolutamente voluntaria y tiene que estar cargada de vocación como un inescrutable deber agravado por un insondable apego.

Yo no quiero un cargo porque sí: yo quiero hacer política, defender nuestros pueblos y los derechos de las personas que habitan en el medio rural; por eso quise ser la portavoz de Toma la Palabra. Y como no quiero acabar convirtiéndome en lo mismo que detesto, en lo mismo contra lo que luchamos, he decidido dar un paso a un lado. Creo que lo más honesto es que, si no puedo estar al 100 %, deje este espacio a una persona que sí pueda dedicar todo su tiempo y sus sentidos al trabajo que yo ahora mismo no soy capaz de realizar.

No concibo hacer política si no es como decía Benedetti, defendiendo la alegría como trinchera. No concibo hacer política si no es desde la profunda alegría de quien lucha por hacer las cosas bien para hacer el bien. Por eso creo que lo mejor es que me aparte y defienda también la alegría como un derecho.

No me voy, simplemente me hago a un lado. Seguiré como alcaldesa de mi pueblo, San Pelayo, por la misma formación que ahora represento, Toma la Palabra, en la que están Izquierda Unida, Equo y otras tantas personas que no tenemos carnet de ninguno de los dos partidos, porque lo importante es que nos une un objetivo común. Y sobre todo, seguiré haciendo política como siempre la hice, porque no es necesario estar en una institución para luchar por un mundo mejor. La despoblación es un problema de Estado de primer orden, y la repoblación del medio rural la única solución; esta es mi vocación última y ahí me encontraréis.

En los próximos días terminaré mis tareas pendientes y me iré, pero antes de marchar quiero agradecer públicamente que me brindaseis esta oportunidad; haber podido dedicar mi tiempo completo a nuestros pueblos ha sido casi un regalo. Quiero agradecer el apoyo de todas las personas que han estado a mi lado, cada día; caminar juntas ha sido lo mejor de esta andadura. Pero, sobre todo, quiero tener un último reconocimiento para Iris y Arturo, mis dos compañeros en el Grupo Provincial, mis apoyos en el día a día y, por encima de todo, unas personas entregadas, generosas e increíblemente trabajadoras que, estoy segura, seguirán desempeñando una labor imprescindible en los dos años restantes de legislatura.

Me despido con la conciencia de quien trabajó siempre desde la honestidad, con la tristeza de quien se vio obligada a abandonar un proyecto antes de tiempo y con la esperanza de quien sigue creyendo que es posible un mundo mejor. Un mundo rural mejor.